martes, 20 de octubre de 2015

TAREA- CUENTO ( Se revisará en la semana del 26 al 30 de Octubre 2015)

La terrible invasión inminente

Era mediodía cuando la primera emisión extraterrestre de la historia llegó a todas las televisiones del mundo con una tecnología avanzadísima. Su mensaje sembró el pánico:
- Llegaremos a la Tierra en un momento. Os invadiremos y os convertiremos en nuestros esclavos.
El mundo se volvió loco. Todos gritaban y corrían de allá para acá; se despedían abrazándose o se liaban a tortazos.
- ¡Es el fin!
- ¡Ya están aquí!
- ¡Vamos a morir!

30 minutos después, los extraterrestres aún no habían llegado, y la gente seguía gritando, dando gracias por haber tenido al menos media hora para llamar por teléfono a sus seres más queridos y despedirse. Dos horas después, los extraterrestres seguían sin llegar, y la gente continuaba histérica, pero ya empezaba a estar cansada de correr y gritar. A las 10 horas todo estaba en silencio; ya solo quedaba esperar aterrados el terrible momento.
Un día después seguía sin haber rastro de los extraterrestres. Los gobernantes del mundo, esperanzados, enviaron un mensaje:
- ¡Gracias amigos! ¡Qué suerte que os hayáis arrepentido y nos dejéis vivir en paz!
- Nada de eso - respondieron-. Seréis nuestros esclavos ahorita mismo.

Y el pánico se desató de nuevo. Pero, después de otro día más, seguían sin llegar.
- ¿Estáis muy lejos? -volvieron a preguntar los gobernantes.
- Justo al ladito de la Tierra ¡Temblad, enanos! - respondieron.


Los días seguían pasando. Los gobernantes empezaron a enviar y recibir mensajes. Hacían nuevas preguntas tratando de averiguar algo de los invasores y, mientras, buscaban la forma de evitar la desgracia. Los extraterrestres contaron muchos de sus secretos, llegando incluso a explicarles cómo habían aprendido a hablar escuchando a los mejores científicos.
Los años siguieron pasando hasta que, durante una comunicación con la nave extraterrestre, un gran científico reconoció una estrella cercana a la nave.
- ¡Pero si esa estrella está a millones de años de la Tierra! ¡Tardarán siglos y siglos en llegar aquí!
- ¡Bieeeen! - gritaron todos entre abrazos y aplausos.
- ¡Esto hay que celebrarlo! -dijo el científico-. Ahorita mismo voy por unos bombones. La pastelería está aquí justo al lado. No tardo ni un minuto.

Todos le esperaron impacientes, y rápidamente se pusieron de acuerdo para dedicarle una canción por su gran descubrimiento. Pero no salió inmediatamente del edificio, porque hablando con unos y otros tardó más de dos horas en bajar las escaleras. Tampoco la pastelería estaba tan cerca como dijo, sino que el viaje de ida y vuelta le llevó otra hora. Y, como se entretenía con todo el mundo, tardó muchísimo más de un minuto.
6 horas después, sus compañeros seguían esperándole aburridos… Cuando llegó,olvidaron la canción y la sorpresa, y solo dijeron:
- Así que tardabas un minuto porque salías ahorita mismo y estabas justo al lado… Y has tardado 6 horas... - Entonces, señalándolo con el dedo, rieron todos a la vez:
- ¡Ya sabemos qué estúpido científico enseñó a hablar a estos extraterrestres!
Y, habiendo creado tal problema mundial, desde entonces el científico y todos sus compañeros se preocupan por cumplir lo mejor posible todo lo que dicen, y por decir solo aquello que pueden cumplir.
Pedro Pablo Sacristan

Arañas buscando casa


El largo curso en la escuela de arañas había terminado. Por fin las jóvenes arañas estaban listas para salir en busca de su nuevo hogar.
Mientras preparaban la expedición, los maestros repetían la norma básica una y otra vez:
- Buscad una familia con ambiente de igualdad. Recordad, son familias más felices, y si os atrapan tendréis muchas más posibilidades de salir vivas.
El grupo de arañas pronto encontró una primera casa. Ñaki, una de las mejores alumnas, confirmó enseguida de qué tipo se trataba: era una familia “papá al sofá, mamá a la cocina” de auténtico manual, la más peligrosa de todas. Como era de esperar, la mamá y las chicas hacían casi todas las cosas, y cuando se les ocurrió pedir ayuda, los chicos se negaron a hacer nada que fuera “cosas de chicas”. ¡Y para ellos todo era cosa de chicas! Ñaki lo tenía claro, esa era la prueba definitiva de la falta de igualdad y de cariño. Si la atrapaban en aquella casa, le esperaría lo peor.
Siguiendo su viaje encontraron una familia distinta, donde chicos y chicas hacían todas las tareas. Las repartían con tanta exactitud, que no parecía haber mejor prueba de igualdad. “Hoy te toca a ti, mañana me toca a mí”, “Aquí, nadie es esclavo de nadie, yo hago lo mío, tú haces lo tuyo” decían. Pero Ñaki no quiso precipitarse, y siguió observando a tan igualísima familia. Le preocupaba la falta de alegría que observaba, pues se suponía que una familia con tanta igualdad debía ser muy feliz. Pero como todos hacían de todo, todos dedicaban mucho tiempo a tareas que no les gustaban, y de ahí su falta de alegría. Así que, aunque algunas arañas se quedaron allí, Ñaki decidió seguir buscando. Y acertó, porque aquella familia tan preocupada por repartir todo tan exactamente no pudo mantener un equilibrio tan perfecto durante mucho tiempo. Y así,olvidando por qué vivían juntos, terminaron repartiendo también la casa entre grandes disputas, y no se salvó ni una sola de las arañas que se habían quedado.
No tardó Ñaki en encontrar otra familia con aspecto alegre y feliz. A primera vista,no parecían vivir mucho la igualdad. Cada uno hacía tareas muy distintas, e incluso las chicas hacían muchas de las cosas que había visto en aquella primera familia tan peligrosa. Pero la alegría que se notaba en el ambiente animó a la araña a seguir investigando. Entonces descubrió que en esa familia había una igualdad especial. Aunque cada uno hacía tareas distintas, parecía que habían elegido sus favoritas y habían repartido las que menos les gustaban según sus preferencias. Pero sobre todo, lo que hacía única esa familia, era que daba igual si chicos o chicas pedían ayuda, cualquiera de ellos acudía siempre con una sonrisa. Y cuando finalmente, en lugar de “tareas de chicos o chicas”, o “tareas tuyas o mías”, escuchó “aquí las tareas son de todos”, se convenció de que aquella era la casa ideal para vivir.