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Cuenta la Biblia, que había un joven pastor llamado David, y un gigante que se llamaba Goliat, que creía que con su fuerza podía abusar de todos.
Goliat siempre llevaba puestos casco, coraza, y en una mano tenía el
escudo, y en la otra, una espada tan grande como él. Un día empezó a
decir bravuconerías, atemorizaba a todos por su forma de comportarse y
su risa a carcajadas como truenos. Desafiaba a la gente gritando:
–¡A ver!, ¡a ver quién puede conmigo!, JA, JA, JA, JA.
Pero nadie se le quería acercar, así que el gigante aún reía más fuerte y se sentía invencible.
En aquel lugar vivía también David, un
muchachito alegre que todo el día lo pasaba cuidando las ovejas de su
familia, las llevaba a lugares donde hubiera buena hierba para comer, y
al río, donde se quitaban la sed. Por las tardes, después que el Sol se
iba, se iba al río, a darse un chapuzón. Luego, caminaba hasta su casa
para comer.
Cierto día, David se enteró de lo que estaba pasando con Goliat, no le gustó absolutamente nada y pensó:
. “Como es grande anda abusando de todo
el mundo … Eso no es justo. Y si nadie se le enfrenta, no nos dejará
vivir tranquilos.”, ¡Voy a pelear con Goliat!
Todos trataron de convencerlo porque si buenos guerreros no se atrevían, menos debía atreverse él, que era un pastor. Pero David era valiente y volvió a decirles
– ¡Voy a pelear con Goliat!.
Y allá que se fue con su honda de pastor,
con la que tenía una habilidad prodigiosa (puesto que le servía para
ahuyentar a los enemigos del rebaño) y varias piedras recogidas del río.
¿Podéis imaginaros a Goliat cuando le
dijeron que aquel muchachito iba a pelear con él?, se rió tan fuerte que
sus carcajadas se oyeron en todas partes.
Al llegar David, el gigantón seguía
riéndose. Pero no tuvo miedo. Sin decir nada, puso una piedra en su
honda, apuntó mejor que nunca y la lanzó. La piedra fue a enterrarse en
la frente de Goliat, quien dio unas vueltas sobre si, dejó caer el
escudo y la espada, y luego cayó él, al suelo, muerto.
Todos se quedaron tan sorprendidos que no sabían qué decir.
Pero David les dijo cómo había podido vencerle:
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